Cada vez y con más frecuencia, el culto y cuidado a nuestro cuerpo está contribuyendo en nuestro día a día con una espiral de transacciones en todas sus verticales que genera interés y temor al mismo tiempo.
Desde el prisma estético, donde la apariencia desempeña un papel no menos importante en este campo, hasta el auto-cuidado médico.
Éste último cada vez está más en auge y permitiendo, no solo el cuidado exterior, sino el cuidado interior. Por otro lado también prima el cuidado y cultura de la prevención evitando así enfermedades prevenibles, eludiendo, previniendo u obviando posibles recaídas o re ingresos en hospitales en el caso de los enfermos crónicos mediante su propio seguimiento.
El cambio que estamos sufriendo hacia la cultura de la prevención mediante la tecnología es inevitable. Nuevos términos acuñados, estandarizados y de uso común como son paciente 2.0 ó 3.0, wearables, o productos con marca propia están entre nosotros y no queda otro remedio que asumir que están ahí, que han venido para quedarse y que cada vez serán más con el llamado IoT (Internet of things o Internet de las cosas). Y no porque lo diga yo, si no, porque los denominados “Milennials” -nueva generación de ciudadanos tecnológicos que están transformando la vida social actual- han nacido con ello y para ellos no es un reto o un medio, si no su estándar.
De forma directa y a su vez de forma indiscutible esto ha creado controversia en el mundo médico debido al autocuidado. Al tener mucha información y llegando también a adjudicarse una palabra para ello, infoxicación o infobesidad -un afán por clasificar y almacenar todo tipo de recuerdos, informaciones y fantasía mediante el despliegue de todos los medios a su alcance: vídeo, papel, Internet. Este fenómeno de producción de información que supera a su consumo se denomina «sobrecarga» – de esta forma el ciudadano sano con más información y más auto-cuidado tarda más en convertirse en un paciente, algo que a un porcentaje determinado de médicos le puede legar a provocar tiritera. No son partidarios de que Google sea su doctor o asesor, no son partidarios de que un ciudadano se auto-cuide con dispositivos o información sacada de internet, incluso a un gran número de ellos dicen que no deben hacerlo porque no son médicos. Aquí es donde radica el principal problema. Deben entender que el ciudadano, sin ser médico tiene un medio que les proporciona un camino hacia el fin, hacia ir o no a su médico de cabecera o especialista en primera instancia y ello conlleva asimismo grandes beneficios también para el sistema sanitario nacional.
Desde este punto de vista, ese porcentaje de médicos tienen que asimilar que ellos mismos y sin ser ingenieros informáticos tienen un ordenador y no por ello son señalados con el dedo y se les dice que no lo usen. Es su medio para llegar a un fin.
Por lo tanto, el camino a seguir es comprender y admitir que la tecnología está ayudando como medio a que la población gestione su auto-cuidado y que no hay mayor problema en ello. No es necesario ser médico para saber que no es saludable comer cocido madrileño 30 días al mes o que no es sano estar sentado más de 10 horas al día. ¿Qué hay de malo en que un dispositivo te recuerde que debes de caminar? En definitiva, la tecnología y la sociedad está marcando un camino. Solo hay que ponernos al mismo ritmo e ir un paso por delante en el ámbito de la gestión para adaptarse, o mejor dicho, para fusionarse con nuestro presente.
Ni un ciudadano es médico por tener un wearable o información de internet para gestionar un porcentaje de su propia salud, ni un médico es informático por trabajar diariamente con un ordenador.
Solo son medios tecnológicos para mejorar el día a día de cada uno de nosotros.